Restaurantes

Los propietarios de Bogota Latin Bistro de Brooklyn se negaron a darse por vencidos

Cómo dos restauranteros enfrentaron un rechazo tras otro… y finalmente lograron el éxito.

12/10/2023
8 minutos de lectura
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Cuando los propietarios de Bogota Latin Bistro, Farid Ali y George Constantinou, se prepararon para abrir su primer restaurante a principios de la década del 2000, sufrieron “rechazos en todos los niveles (dinero, bienes raíces), lo que se te ocurra”, explica Ali. Todos les decían que “no”. Pero casi 20 años después, Bogota es un clásico del vecindario Park Slope de Brooklyn, tienen cuatro restaurantes más a su nombre y planes de dos espacios más en curso. 

Ali y Constantinou se conectaron en un evento de citas rápidas en 2001. “Veníamos de entornos muy similares”, explica Constantinou. Las madres de ambos son de América Latina (la de Constantinou es de Costa Rica y la de Ali, de Colombia). Y sus padres son del este del Mediterráneo (el padre de Constantinou es chipriota y el de Ali, palestino. 

“No es fácil. Hay desafíos que aún estamos tratando de resolver. Al final del día, creamos mucho juntos, [incluida] nuestra familia; debes hacer que funcione”.

Su primer viaje como pareja fue a ver a la familia de Ali en Bogotá, Colombia. Si bien Constantinou estaba visitando parientes, también estaba probando platos como morcilla y chinchulín (intestinos de vaca fritos), y tomando notas. Desde el principio de su relación, quería abrir un restaurante, pero Ali no estaba seguro. Trabajaba en tecnología y diseño gráfico en un bufete de abogados, y tenía dudas con respecto a renunciar a los beneficios y a un pago regular. 

Aún así, encontró un taller en oportunidades de negocios (WIBO) por $90 y se inscribieron. Tras su graduación, 16 semanas después, tenían un plan de negocios para Bogota Latin Bistro, ¡que entregaron en la competencia comercial de la Biblioteca Pública de Brooklyn, PowerUp! Se llevaron a casa el primer puesto, que vino con $10,000 y el mismo monto en servicios en especie.

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“Eso validó nuestra idea”, dice Constantinou. Pero “fue un largo camino durante todo un año para tratar de encontrar a alguien que nos diera dinero”. En un punto, tenían como 30 cartas de rechazo de préstamo de diferentes bancos, incluido el banco que había patrocinado la competencia, que les dijo que no podían ofrecer un préstamo porque los restaurantes son “riesgosos”. 

Al final, conocieron a un banquero (“un hombre muy masculino de traje”, recuerda Constantinou) en un banco en el centro de Manhattan. Cuando preguntó si pensaban servir margaritas congeladas, Constantinou y Ali se miraron. No estaba en sus planes, ya que el trago no es colombiano, pero dijeron que sí. “A nosotros, los gays, nos encantan las margaritas congeladas”, dijo el banquero. Después de 45 minutos, la pareja había conseguido un préstamo de $100,000. 

Encontrar un lugar fue tan difícil como conseguir el préstamo; los rechazaron casi 20 arrendadores porque no tenían antecedentes como propietarios de un restaurante. Ali, que luchaba contra el rechazo y se cuestionaba su decisión de dejar un trabajo estable, un domingo salió a caminar y terminó en 5th Avenue en Park Slope, cerca del lugar donde vivía cuando era niño. Le preguntó a alguien que estaba en la puerta de una tienda vacía si sabía de algún espacio para alquilar, y esta persona le respondió que ese mismo espacio estaría disponible a partir del lunes. “Park Slope nos eligió”, explica Ali.

Todos les decían que “no”. Pero casi 20 años después, Bogota es un clásico del vecindario Park Slope de Brooklyn.

Documentaron su recorrido y sus luchas hasta la apertura del restaurante en un ahora antiguo blog, que tenía bastantes seguidores, recuerda Constantinou. Y mientras el restaurante estaba en construcción, decoraron las ventanas con los platos que pensaban servir e imágenes de Colombia, que cambiaban todas las semanas. 

Eso generó entusiasmo y, la noche de la inauguración, aparecieron 200 personas. “No pudimos manejarlo, fue un fracaso”, cuenta Constantinou. La comida tardó demasiado en llegar a las mesas y el equipo preparaba los platos tan rápido que el helado se derretía en los platos calientes que salían del lavaplatos. Ali y Constantinou se preguntaban en qué se habían metido.  

Pero se reorganizaron y, al final, encontraron su ritmo. En ese momento, no había restaurantes colombianos que conocieran en esa zona de Brooklyn y, aunque pensaban que los comensales se interesarían en ese tipo de gastronomía, decidieron incluir artículos del menú que podrían ser más familiares para el vecindario (un plato cubano, un plato puertorriqueño y un plato dominicano). No querían que nadie “se fuera de un restaurante colombiano diciendo: ‘No veo nada que conozco ni que me gusta allí’”.

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“Creo que aprovechamos algo”, explica Constantinou. “Era un restaurante propiedad de personas gay; brindábamos esta hospitalidad, amabilidad (una de nuestras paredes estaba pintada de rosado y, en ese entonces, nadie hacía eso”. 

En 2011, se convirtieron en padres de mellizos nacidos mediante gestación subrogada. Y en el trabajo, “pensábamos que estábamos tocados por la varita mágica, que independientemente de lo que hiciéramos, las personas nos seguirían”, cuenta Ali. Pero no fue así cuando la pareja abrió un lugar de tapas llamado Miti Miti cerca unos años más tarde. “Por alguna razón, no tuvo éxito en Park Slope. Era muy doloroso pasar caminando por este restaurante. Bogota era un éxito rotundo y [Miti Miti] estaba vacío”. Constantinou sugirió cambiar el concepto a mexicano y el restaurante comenzó a llenarse rápidamente. 

En 2018, abrieron Miti Miti Street Food en el norte de Nueva Jersey y, al año siguiente, Medusa the Greek en Park Slope. El plan era abrir un restaurante nuevo cada año, pero luego llegó la pandemia. “Fue una pesadilla”, comenta Constantinou. 

“Era un restaurante propiedad de personas gay; brindábamos esta hospitalidad, amabilidad (una de nuestras paredes estaba pintada de rosado y, en ese entonces, nadie hacía eso”.

La pareja se enorgullece de cuidar a su personal, ofrecer un 401k, un seguro de salud competitivo, salidas en equipo y una fiesta que llaman “teamsgiving” el lunes antes del Día de Acción de Gracias. Pero la pandemia los obligó a despedir a 110 empleados, algunos de los cuales habían estado con ellos durante casi 15 años. “Tengo barba gris por la COVID: fue un increíble caso de estudio sobre perseverancia”, afirma Constantinou. 

Hubiera sido fácil tirar la toalla, agrega, pero siguieron adelante y actualmente están trabajando en dos nuevos espacios: uno griego en Nueva Jersey que se piensa abrir antes de fin de año y, junto a Bogota, una rotisería llamada Dirty Birdy Chicken. También están trabajando en un local de gyros derivado de Medusa the Greek, que esperan inaugurar a principios de 2024. 

Su desafío más reciente es llevar a cabo esas aperturas como socios comerciales y padres de hijos en común, pero no como pareja, ya que finalizaron su relación amorosa hace un año. “No es fácil. Hay desafíos que aún estamos intentando resolver”, dice Constantinou. “Al final del día, creamos mucho juntos, [incluida] nuestra familia; debes hacer que funcione”.

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